Médicos de Mi Provincia. Dr. Adrián Añasco

07 de Agosto de 201715:19
Adrián Claudio Darío Añasco es un médico Neonatólogo, que si bien nació hace casi 50 años en Las Breñas, Chaco, vive en Villa Ramallo. Su padre, César Darío, era médico de pueblo y su especialidad era “Todólogo”, como era usual en aquellas épocas y como sigue siendo en muchos lugares de nuestro país. Su madre, Marta Alba Martano, era docente. Es el segundo de cuatro hermanos (Marcela, Mariano y Leonardo), cursó la escuela primaria en la 374 y la secundaria en la ENET Nº 1 de Sáenz Peña, Chaco, de la que egresó con el título de Maestro Mayor de Obras.


Con respecto a su elección de carrera, nos cuesta que siempre tuvo una inclinación hacia la medicina. “Rosario fue la ciudad elegida para estudiar porque mi madre era de ahí y había estudiado en la misma facultad, y yo tenía casa donde vivir. Ingrese en el año 1987, cursé con muchas dificultades los primeros años de la carrera”.
¿Qué tipo de dificultades?

Eran épocas muy duras, en esos años sucedieron los saqueos en Rosario, los de la hiperinflación de Alfonsín. Momentos en los que por muchos días no había dónde comprar nada de nada. Comimos gracias a que un vecino tenía verdulería y nos vendía una bolsa de papas, otro tenía carnicería y nos vendía cogote, arroz partido y polenta, que era lo que le daba de comer a su perro. Fue muy duro. No había plata que alcance, la Facultad estaba a 35 cuadras y había que llegar caminando o en bicicleta.

Y en cuanto a lo estrictamente referido a la carrera, ¿cómo le iba?

Desde el 2º año ya me había metido en la guardia nocturna del Hospital Carrasco (de enfermedades infecciosas). Mi eterno agradecimiento al médico de guardia que había sido compañero de mi viejo y a mi recordado y querido amigo de carrera Jorge Arcas, enfermero de ese Hospital.

¿Cuáles fueron sus primeras experiencias?

Curaciones planas, nebulizaciones, toma de presión arterial, temperatura, entre otras, usaba lo que aprendía en Semiología. Más tarde, mi primera sutura, y como de chico leía los prospectos de las muestras gratis que le daban los visitadores médicos a mi viejo, tenía cierto conocimiento de la utilidad de las monodrogas. También fui ayudante de la Cátedra de Anatomía por un año.

¿Su economía había mejorado?

Me defino como un buscavidas, un “vendetutti”. Para aumentar un poco la escasa mensualidad que recibía de mis viejos, criaba y vendía peces de colores, y los fines de semana amasaba fideos caseros que mi abuela materna me había enseñado a hacer y los vendía por el barrio. Coraje nunca me faltó. Un día tomando un café en el bar Tejedor, frente a la Facultad, leo un aviso: el Frigorífico Paladini solicitaba estudiante avanzado de medicina para tareas de enfermería en la planta fabril. Me presenté a la entrevista con el médico laboral y me dio el puesto que ostenté durante cuatro años. Trabajaba de lunes a sábados de 14 a 22 y cursaba de mañana en el Hospital Provincial de Rosario. Muy duro y sacrificado.

¿Y la neonatología cuando llega a su vida?

Recuerdo que había aprobado Farmacología cuando me acerque una mañana a la Clínica de Neonatología de Rosario, estaban sus dueños y les comenté que me interesaba la especialidad. Les pedí permiso para asistir en mis ratos libres, y gracias a la autorización que me dieron, de mi primario interés pasé a descubrir que era mi vocación.

¿Qué le enseñaron?

¡Muchísimo! Entre otras cosas a manejar respiradores y bombas de infusión, a revelar radiografías y a comenzar a ver patología neonatal. Más tarde me tocó subirme a la ambulancia, porque al no tener maternidad y ser simplemente un centro de derivación, viajamos por toda la provincia de Santa Fe y por parte de las de Buenos Aires y Córdoba buscando neonatos con dificultades, o recibiendo nacimientos que se sabían patológicos. Todo eso lo hacía de noche, en el escaso tiempo que me quedaba. A la mañana cursada, de tarde en el Frigorífico, de noche Clínica de Neonatología.

¿Cómo siguió la historia al recibirse?

Una vez obtenido el título, realicé la concurrencia de Neonatología ahí mismo en Rosario. Hacíamos los nacimientos en el Sanatorio Julio Corzo. Siguieron siendo épocas muy duras, de muy poca plata en bolsillo, por lo que al promediar el segundo año de concurrencia comienzo a trabajar en San Nicolás, en la Clínica homónima. En esos momentos, los sueldos y honorarios de la provincia de Buenos Aires eran el doble de lo que se pagaba en Rosario, y además pagaban en tiempo y forma.

Dejé Rosario definitivamente e ingresé al Hospital San Felipe de San Nicolás. De ahí viajaba al Hospital José María Gomendio de Ramallo a recibir los partos que habitualmente hacían las parteras y algún ginecólogo que comenzaba a entrar al Hospital. El Gomendio no tenía guardia de Pediatría y menos de Neonatología.


Para los que vivimos lejos, Ramallo es el lugar de nacimiento de famosos, como el actor Federico Luppi y el piloto Juan María Traverso, pero también por lo ocurrido el 17 de septiembre de 1999 cuando ocurrió la “Masacre de Ramallo”. ¿Usted ya vivía ahí?

No todavía. Unos días antes del asalto me toco asistir al hijo de uno de los ladrones, un bebé que derivé en un vuelo sanitario del Ministerio por una hipertensión pulmonar muy grave, que requirió ventilación de alta frecuencia, modalidad ventilatoria que comenzaba a usarse en la época. Anécdota que me dejó inquieto bastante tiempo después, ya que había estado hablando cara a cara con uno de los asaltantes.

Nos instalamos 14 días después del asalto al Banco Nación con mi ex esposa y madre de mis hijos Matías Gabriel de 16, Francisco Javier de 12 y Juan Pablo de 7. Un gran amigo y casi hermano de aquella época, el doctor Jorge Ortega, oriundo de mi pueblo natal y asentado en Capital Federal, me propuso trabajar en la Clínica de San Miguel. Me instalé laboralmente en la zona Noroeste del conurbano bonaerense y estuve varios años en la Clínica Modelo de Morón, la Clínica Bessone de San Miguel, el Hospital Enrique Erill de Escobar, la Clínica Delta de Campana, la Clínica Fátima de Escobar y el Hospital de Ramallo. Así de sacrificada es la tarea del médico en el contexto actual.



¿Qué otras actividades ocupan su tiempo en Ramallo?

Vivo con mis hijos, este pueblo es un buen lugar para los chicos. Intercalo entre mis obligaciones laborales y familiares mi pasión por el ciclismo, hago Mountain Bike con regularidad y compito cuando puedo, aunque estoy lejos de los podios. Es una actividad que me permite tener mis valores de peso, metabólicos y de presión arterial dentro del rango normal sin tomar ni una sola pastilla, además de despejar la mente de una manera muy eficiente. Un día, también de metido y corajudo, me acerque al Cuartel de Bomberos Voluntarios, Central 132, y me ofrecí. Sentí la necesidad de devolver algo a la comunidad que tan bien me adoptó. Y desde entonces soy Bombero Rescatista de la Institución, tarea que me enorgullece desde siempre ejercer y en la que descubrí que donde no hay dinero de por medio, las cosas funcionan mucho mejor.

César Mc Coubrey para FEMEBA Hoy

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